Matachines: La Danza que Revive la Fe y la Tradición en Diciembre

Con la llegada de diciembre, el corazón de Monterrey comienza a latir al ritmo de un tambor ancestral. Las calles del centro histórico se transforman en un escenario de fervor y color con la aparición de las tradicionales danzas de matachines, un espectáculo que marca el inicio de las festividades guadalupanas y que atrae tanto a devotos como a curiosos.

Este ritual, que parece emerger de las profundidades del tiempo, es mucho más que un simple baile. Es una ofrenda en movimiento, una peregrinación coreografiada donde cada pisada fuerte y cada sonido de la sonaja expresan una profunda devoción. Los danzantes, con sus penachos multicolores y vestuarios elaborados, avanzan con un estilo encorvado y movimientos de gran dificultad que denotan un vigor y una solemnidad únicos.

Un Legado Entre Dos Mundos

El origen de los matachines se hunde en una fusión cultural fascinante. Historiadores señalan que sus raíces provienen de prácticas prehispánicas, donde pueblos nómadas y tribus como los tlaxcaltecas o guachichiles bailaban en honor a sus deidades. Con la llegada del cristianismo, esta expresión se sincretizó, manteniendo su esencia pero dirigiendo su intención hacia la fe católica.

Un análisis detallado de la danza revela elementos de un antiguo acto de guerra. El uso del arco, la flecha y el tambor —que en otro tiempo llamaba al combate— se integran ahora en una narrativa de lucha espiritual. El vestuario, compuesto por calzoneras, huaraches, nagüillas y correleras, completa esta poderosa iconografía.

Los “Viejos”: Guardianes del Ritual

Uno de los elementos más distintivos de la danza es la presencia de uno o dos “viejos”. Estos personajes, disfrazados de manera grotesca o con apariencia demoniaca, representan el mal que acecha al peregrino en su camino de fe. Armados con látigos y con ropas desgarradas, su misión es distraer, amenazar y probar la determinación de quienes marchan en oración hacia la Basílica de Guadalupe en la colonia Independencia. Su intervención añade un drama simbólico que profundiza el significado religioso del acto.

Una Promesa en Movimiento

En Nuevo León, esta tradición no se realiza por simple espectáculo. Cada grupo de matachines es organizado por creyentes católicos que, movidos por la gratitud o la súplica, ofrecen la danza como un voto de fe. Es una práctica comunitaria donde la espiritualidad se expresa con el sudero del esfuerzo físico y la belleza del folclor.

Así, mientras diciembre avanza, el repique del tambor y el movimiento hipnótico de los danzantes siguen recordando que, en la era moderna, algunas tradiciones mantienen intacto su poder para conectar el pasado con el presente, la tierra con el cielo, y el corazón del creyente con el objeto de su devoción.