Prohibición de comida chatarra en escuelas: ¿Qué deben saber padres y vendedores?
A partir del 29 de marzo de 2025, las nuevas regulaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) prohíben la venta y publicidad de comida chatarra en escuelas de nivel básico, medio superior y superior. El objetivo es combatir la obesidad infantil y promover hábitos alimenticios saludables. Pero, ¿qué implicaciones tiene esta medida para padres, vendedores y las propias instituciones educativas?
La presidenta Claudia Sheinbaum aclaró que no habrá sanciones económicas para los padres que incluyan alimentos poco saludables en las loncheras de sus hijos. Sin embargo, hizo un llamado a la conciencia:
“No te van a castigar, pero no debes. No debe comerse ni papitas fritas, ni refrescos, ni nada de eso que hace mucho daño a la salud”.
En redes sociales, docentes y autoridades han reforzado este mensaje, pidiendo a los padres evitar enviar comida chatarra de manera habitual y optar por alternativas más nutritivas, como frutas, verduras y snacks naturales.
Las instituciones educativas sí enfrentarán sanciones si incumplen la normativa. Según el Manual de Alimentos en las Escuelas, las multas pueden llegar hasta 130 mil pesos, además de consecuencias administrativas.
La SEP advierte que:
“En caso de incumplimiento, la autoridad escolar será responsable”.
Además, se establece la obligación de reportar cualquier venta irregular de productos con bajo valor nutricional.
A diferencia de las tiendas escolares, los vendedores ambulantes y comercios aledaños no serán multados por ofrecer comida chatarra. No obstante, la SEP los exhorta a promover opciones saludables, alineándose con la política de bienestar estudiantil.
Aunque la ley no los obliga, el mensaje es claro: priorizar alimentos nutritivos beneficia a la comunidad y refuerza la cultura de la salud
La prohibición de comida chatarra en escuelas no busca castigar a los padres, sino fomentar una alimentación más sana desde las aulas. Mientras las instituciones educativas deben cumplir estrictamente, los padres y vendedores tienen la oportunidad de sumarse voluntariamente a este esfuerzo.
El verdadero reto no es la multa, sino cambiar hábitos y construir entornos donde la salud de los niños sea prioridad.
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